Soy una fan from hell de Jane Austen y cualquier cosa que haya escrito ha sido leída por mí.
Hay una escena en particular en la película que me provoca un dolor de panza como sólo esos que se sienten cuando uno está enamorado... sí.. he visto esa película varias decenas de veces y sigo emocionándome hasta las lágrimas en ese momento. Es la escena donde la adorada Lizzie Benett se para al lado de un peñasco o como gusten llamarle... los colores, el viento, la soledad, el miedo a caerse, el sol, el frío... todo me recuerda tantísimo al amor... así me parece que uno se siente cuando ama alguien...
Muchas otras cosas en esta vida me recuerdan al amor....
El momento en el que estás haciendo una masa y al vaciarla en el molde te queda la espátula con un poco de masa y tienes que probarla.... cuando empecé a hornear, dejaba un poco de la masa en el recipiente para poder probarla, pues la espátula y su delgada capa no serían suficientes... nada se compara al sabor de una masa sin cocinar... alguna vez ya me enfermé por comer masa cruda... igualito que el amor.
Otro momento es cuando un panqué empieza a crecer en el horno.. nada como ver desde la ventanita del horno como va subiendo el volumen, como crece y se forma una costra... si se abre la puerta por la urgencia, el panqué se baja y pierde su textura.... el horno puede abrirse cuando el olor a pan cocido y dulzón llenan la sala... como en el amor, hay que ser pacientes y esperar a que sea el momento, para evitar que se baje y no funcione.
El momento en que llegas a un restaurante y te presentan un menú... siempre hay una ligera adrenalina al ver qué depara la cena (o comida o desayuno).... Alguien más nos ofrecerá algo desde sus adentros (su cocina) y nosotros podremos elegir con qué seremos sorprendid@s .... será una entradita ligera, una sopa, ensalada o directamente saltaremos al plato fuerte? haremos lugar para el postre o nos llenaremos antes? alcanzaremos a probar algún coctelito, vino o nos quedaremos entregados a otras bebidas como refrescos o limonadas... Aventurarse, salirse del molde, pedir lo más raro, lo más caro, lo más barato, lo vegetariano, el especial del día, lo mismo de siempre.... lo que pedimos en un restaurante habla mucho de nosotros (y nuestra manera de relacionarnos en la vida).
El instante en que bajas de un avión y llegas a un lugar que no conoces... esperar tu maleta, salir de la sala, buscar un transporte que te lleve a tu destino es una cosa muy peculiar... todo es nuevo, no sabes qué pasa, a dónde vas, cómo llegarás... ir en el taxi camino a tu hotel y empezar a hacer un rápido sondeo de la ciudad es mi momento favorito.... ver rápidamente los edificios y las calles pasar, los letreros, los restaurantes, los ríos, los camiones, el mar, lo que sea que esa ciudad te ofrezca. Después de esa primera mirada, nada será lo mismo... un cortísimo enamoramiento, para dar paso al amor.... descubrir las entrañas de la ciudad, sus pros y sus contras... qué sí y qué no.
El caminar a la orilla del mar, sentir el momento en que el mar toca tus pies y el primer instinto es quitarse, el frío del agua y tal vez la sensación de la espuma del mar tardan unos momentos en llegar al consciente (por lo menos al mío) y me dan ganas de correr... pero recuerdo que es el mar y que me hace muy feliz y me quedo caminando allí. El frío inicial se quita y los pies "se aclimatan". Cuando menos te das cuenta ya te metiste a nadar porque sabes que no hay nada como estar en el océano y sentir cómo la sal del agua te llena todo el cuerpo.
Después de que la masa se ha horneado, sacarla del horno y tomar una pieza de lo horneado, todavía caliente, quemándose los dedos y la lengua por la desesperación de probarla. No poder pensar en nada más, salvo en lo que lo que acaba de salir del horno fue hecho por nosotros, con nuestras manos, saber si la receta valió la pena o tendrá que mejorarse... confirmar que lo que se hizo es delicioso llena el alma más que todo el dinero del mundo (tal vez exagero, no despreciaría todo el dinero del mundo pues podría seguir horneando).
Planear un menú: dar a un cliente lo que uno tiene y ocultar lo que no... No todos los cocineros son expertos en todo.. uno siempre pone su mejor cara y sus mejores recetas de entrada. Si el cliente le pide si "no puedes hacerme tal" y no sabes cómo, tienes dos opciones.. intentarlo o llevarlo por otro camino, para que al final, cambie de idea... Queremos brillar con lo que sabemos y podemos hacer. Sentirnos seguros, no amenzados, movernos como "peces en el agua"¿Algo más parecido al amor? lo dudo.
Como el amor se siente (creo) |
¿Cómo no amar esta vida? si lo único que hace es regalarnos momentos de enamoramiento y amor continuos.